Había una vez en el reino animal una tortuga llamada Tobías. Tobías era conocido por ser un maestro en el arte de inventar excusas. Siempre encontraba una razón para no hacer algo o para justificar su pereza. Todos los animales del reino estaban cansados de sus constantes excusas y buscaban una forma de enseñarle una lección.
Un día, el sabio búho de los bosques convocó una reunión con todos los animales. Les explicó que había una tarea muy importante que debía realizarse: limpiar el río que cruzaba el reino. El río estaba lleno de basura y su agua se volvía cada vez más sucia. Todos los animales debían colaborar para solucionar ese problema.
Cuando Tobías escuchó sobre la tarea, su mente comenzó a maquinar excusas para evitar participar. "No puedo ayudar, tengo una antigua lesión en mi caparazón que me impide moverme rápidamente", dijo Tobías, mientras cojeaba alrededor del grupo.
Pero el astuto zorro, que estaba harto de las excusas de Tobías, se le acercó y le dijo: "Tobías, has utilizado tantas excusas a lo largo del tiempo, pero esta vez te propongo un desafío. Si logras encontrar una excusa tan grande y convincente que nadie pueda rebatirla, no tendrás que participar en la limpieza del río".
Tobías, pensando que finalmente había encontrado una forma de evitar el trabajo, aceptó el desafío. Pasó días y noches pensando en la excusa perfecta, hasta que finalmente tuvo una idea brillante.
Al día siguiente, Tobías se acercó a la reunión con una sonrisa triunfal en su rostro. Todos los animales se reunieron a su alrededor, esperando escuchar su gran excusa. Tobías comenzó a hablar con confianza: "Queridos amigos, lamento no poder ayudar en la limpieza del río, pero he descubierto que soy la única tortuga de todo el reino que puede hablar con los peces. Me han informado que el río está lleno de vida submarina y ellos mismos se han ofrecido a limpiarlo. Si intervenemos, podríamos alterar su proceso natural".
Los animales escucharon con atención, sorprendidos por la audacia de la excusa de Tobías. Ellos no podían comprobar si era verdad o no, ya que no tenían la capacidad de hablar con los peces. El zorro, sin embargo, no se dejó engañar tan fácilmente. Pensó por un momento y luego respondió: "Tobías, si eso es cierto, entonces podrías comunicarte con los peces y pedirles que te traigan una prueba de su trabajo. Si realmente están limpiando el río, seguro podrán traerte algo".
Tobías se quedó sin palabras. No había pensado en la posibilidad de una prueba. Sabía que no tenía más opción que aceptar el desafío del zorro. Sabía que nunca podría obtener una prueba, porque la excusa de hablar con los peces era solo eso, una excusa.
Los animales se rieron y aplaudieron al zorro por desenmascarar la mayor excusa de la historia. Tobías aprendió una valiosa lección ese día: no importa cuántas excusas inventes, siempre habrá una forma de ponerlas a prueba. A partir de ese día, Tobías dejó de lado las excusas y comenzó a tomar responsabilidad por sus acciones.
Y así, el reino animal aprendió que no hay excusas que valgan cuando se trata de hacer lo correcto. A partir de entonces, todos los animales trabajaron juntos para limpiar el río y mantenerlo limpio en el futuro. Y Tobías, la tortuga, se convirtió en un ejemplo de superación y cambio para todos los demás.
Antonio Miguel Ruiz Redondo