Había una vez un joven llamado Lucas que siempre estaba buscando excusas absurdas para evitar sus responsabilidades. Un día, Lucas llegó tarde al trabajo y su jefe, el Sr. Johnson, lo llamó a su despacho.
El Sr. Johnson, un hombre serio y estricto, le preguntó: "Lucas, ¿por qué llegaste tarde hoy?".
Lucas, con una sonrisa nerviosa en su rostro, respondió: "Verá, Sr. Johnson, mientras caminaba hacia aquí, me encontré con un grupo de pingüinos en la calle".
El Sr. Johnson frunció el ceño y preguntó: "¿Pingüinos en la calle? ¿En nuestra ciudad?".
Lucas asintió emocionado y continuó: "Sí, Sr. Johnson, ¡pingüinos de verdad! Estaban usando sombreros y corbatas, y parecían muy perdidos. Decidí ayudarlos a encontrar su camino de regreso al Polo Sur".
El jefe, cada vez más confundido, preguntó: "Pero Lucas, ¿qué estaban haciendo pingüinos en nuestra ciudad?".
Lucas encogió los hombros y respondió: "No estoy seguro, Sr. Johnson. Tal vez tomaron un vuelo equivocado o quisieron hacer un viaje de negocios. En cualquier caso, no podía dejar que se perdieran, así que los acompañé hasta que los vi cruzar una esquina y desaparecer".
El Sr. Johnson se quedó boquiabierto ante la extravagante excusa de Lucas. Finalmente, no pudo contener la risa y dijo: "Lucas, tienes la imaginación más salvaje que he visto en mucho tiempo. Asegúrate de no encontrarte con elefantes rosados en tu camino de regreso a casa".
Ambos rieron juntos y Lucas prometió ser más puntual en el futuro. Aunque su excusa era absurda, logró sacar una sonrisa en medio de un día estresante. Y a partir de ese día, la historia de los pingüinos perdidos en la ciudad se convirtió en una leyenda humorística en la oficina del Sr. Johnson.